Fue creada por la Muerte, esta se la regaló a Antioch Peverell.
El poseedor de la varita debe tomarla del anterior dueño, o de lo contrario funciona como cualquier otra varita. El maestro de varitas Gregorovitch consiguió la Varita de Saúco y presumió de ello durante un tiempo. Para su desgracia, el joven Gellert Grindelwald se la robó y se aprovechó de la varita para ascender y convertirse en un mago tenebroso. Sin embargo, el mago y viejo amigo de este, Albus Dumbledore, le derrotó en un duelo en 1945, y él se quedó con la varita hasta su muerte. Dumbledore intentó que el poder de la varita se perdiera tras su muerte al planear ésta junto a Severus Snape quien mató a Dumbledore en la torre de Astronomía, pero al ser desarmado minutos antes por Draco Malfoy, este se convirtió en el nuevo poseedor legítimo, a pesar que de la Varita de Saúco seguía oculta en la tumba de Albus Dumbledore.
Cuando Harry le quitó a Draco su varita en la Mansión de los Malfoy, pasó a ser el último de los poseedores de la Varita de Saúco. Lord Voldemort abrió la tumba de Albus Dumbledore y consiguió la varita. Sin embargo, no consiguió los poderes deseados ya que no era su auténtico dueño. Mató a Snape creyendo que así obtendría los poderes de la varita, pero tampoco lo logró. En el duelo final entre Harry y Voldemort, la varita pasa finalmente a las manos de su dueño, Harry Potter. Harry sólo emplea la Varita de Saúco para reparar su propia varita. Después se la devuelve a Albus Dumbledore, en el lugar donde estaba anteriormente, su tumba, para que nadie más haga mal uso de esta.
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